Por The Economist 🖊
¿Qué te viene a la mente cuando escuchas las palabras “crypto rave en Colombia”? Tal vez una imagen de programadores sudorosos balanceándose fuera de sincronización con la música house, algunos gritando groseramente sobre ella para discutir el último token criptográfico que están vendiendo, su entusiasmo amplificado por sustancias ilícitas. Dada la inclinación de la criptocomunidad por los hacks espectaculares, los tirones de alfombra y las calamidades generales, algo, en algún lugar, seguramente está saliendo peligrosamente mal. Sin embargo, la realidad, como descubrió su columnista el 12 de octubre, es un poco diferente.